En la última década de la revolución tecnológica, parece que cuanto más raro suene una palabra, más técnica y profesional es. Personalmente, siento un pánico terrible ante la pregunta «¿qué estudias?». No se trata únicamente de que no sepan lo que es la «Geomática», la «Geodesia» o la «Fotogrametría»; sino que más de uno se traba la lengua intentando volver a pronunciar esas palabras.
Por ello, quizás muchos de vosotros hayáis oído hablar del término Neocartografía, o en realidad, muchos quizás no. Aun así, la palabra parece ser bastante intuitiva: neo (del griego νέος), joven, nuevo; cartografía, en relación con los mapas. Alude a una revolución en el mundo cartográfico, que se adapta al desarrollo de la web colaborativa o web 2.0.
Este nuevo paradigma (otra palabra rara que suena muy bien) abre paso a la colaboración y a la aparición de blogs, redes sociales, aplicaciones en la nube y el derecho a mezclar toda esa información.
En este contexto, ha aparecido una palabra para designar la mezcla de información colaborativa: mashup (estas palabrejas son mis preferidas, no sabes qué género ponerle ni como pronunciarlas). Designa una aplicación web que usa y combina datos procedentes de diferentes fuentes a través de interfaces públicas o API para generar un nuevo servicio de valor añadido.
Todo este desvarío teórico tiene como único objetivo que se comprenda el amplio potencial que esto genera: un mashup geográfico posibilita la inclusión de mapas en la web con un objetivo específico, permitiendo añadir a un mapa base, información complementaria con la que el usuario pueda interactuar. Actualmente, existen multitud de páginas que utilizan esta metodología: desde un buscador de crímenes basado en API de Google Maps, hasta una web colaborativa para la localización del Mosquito Tigre basada en OpenStreetMap, pasando por servicios de georreferenciación de flotas (barcos, aviones…) en tiempo real.
Henry Hudson 400 website |
Sin embargo, me centraré en un tipo concreto de mezcla geográfica. Me he sentido inspirada y me gustaría participar en la creciente creación de palabras que suenan bien: Neorunning. Me considero una persona deportista, y no os podéis imaginar lo que la revolución cartográfica y digital significa para el deporte, tanto de élite como aficionado. Antiguamente (hace 5 o 6 años, nótese la ironía), para evaluar una carrera, sólo se tenía la palabra del deportista; hoy día, no sólo se puede monitorizar cada movimiento, sino que cualquiera con acceso a Internet y un dispositivo móvil puede planificar un entrenamiento riguroso.
Mapmyrun |
Existen multitud de aplicaciones y páginas web en esta línea, pero me gustaría destacar MapMyRun, debido a que su página web ofrece un mashup bastante completo e interactivo. Está basado en la API de Google Maps, aunque permite datos de OpenStreetMap y de otras fuentes de datos cartográficos básicos. A esos datos básicos se le añaden datos meteorológicos (procedentes de weather.com ), datos de tráfico (procedentes de Google) y datos de carriles bici procedentes de una base de datos propia.
A partir del mapa es posible que el usuario cree de forma interactiva rutas, permitiendo herramientas de edición y la posibilidad de observar el perfil longitudinal y la distancia total recorrida. Estos datos se trasladan a la aplicación móvil y es posible realizar el entrenamiento con seguimiento en tiempo real. El mapa que se muestra incluye marcadores de sitios de interés como fuentes, tiendas de deporte, restaurantes de comida sana… que pueden ser útiles mientras se realiza el ejercicio o justo al finalizarlo.
Con la presentación de mi mashup favorito y el establecimiento de la palabra #Neorunning, me declaro «Inventadora de palabras técnicas». Y quién sabe, quizás dentro de 5 segundos la palabra sea trendingtopic en twitter y se convierta en el nuevo fenómeno viral del momento. Pero dejando a un lado el humor, no olviden lo que se desea remarcar: el potencial de la nueva revolución cartográfica, la NeoCartografía, la web 2.0, los mashup y sus aplicaciones, entre ellas, la deportiva.
Publicado por Marta Padilla Ruiz, estudiante de Máster
Universitario en Ingeniería Geodésica y Cartografía por la Universidad
Politécnica de Madrid.
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